El cuco (Cuculus canorus)

Todos hemos oído hablar del Cuco, y lo relacionamos con los clásicos relojes de cuco, que imitan el sonido que emiten y del cual proviene su nombre: “ku-ku”.

En la naturaleza, sin embargo, es muy difícil de ver, ya que se trata de un pájaro de colores grises y poco vistosos, y es solitario, esquivo y muy huidizo.

Los cucos son bastante grandes, llegando a medir más de medio metro, y se alimentan principalmente de insectos.

A pesar de parecer un pájaro bastante común, ha desarrollado una estrategia de supervivencia realmente fantástica y peculiar, practica el parasitismo de puesta.

Las parejas de cucos no cuidan a sus crías como la mayoría de aves, de hecho, es probable que tras poner los huevos nunca lleguen ni siquiera a verlas. Esto se debe a que la hembra del cuco deposita sus huevos en los nidos de otras especies de aves, dejándolos al cuidado de unos padres adoptivos.

Esta conducta instintiva forma parte de una estrategia muy compleja desarrollada a lo largo de una larga evolución y está basada de una serie de comportamiento extraordinarios.

Las hembras de cuco, cuando entran en su época reproductiva, se dedican a buscar un nido ajeno en el que sus propietarios acaben de realizar una puesta de huevos y que cumpla una serie de características. La especie que ocupa el nido debe ser insectívora y los huevos deben tener un patrón de colores especial que permitirá a los huevos del cuco mimetizarse con ellos.

Una vez localizado el objetivo, la hembra aprovecha un momento en que los progenitores del nido se encuentran ausentes para dar el cambiazo. Pone un huevo de cuco en el nido anfitrión y se lleva uno de los huevos de la puesta original. Y esto lo hace en apenas unos segundos.

Para alejar a los progenitores del nido en el que quiere realizar su puesta furtiva, el cuco es capaz de imitar los sonidos de uno de los depredadores del pajarillo que será huésped de su cría, el Gavilán. Esto le ayuda a distraer a los progenitores mientras deposita el huevo invasor.

Una vez puesto el huevo, la hembra del cuco ya ha cumplido con su deber reproductivo, y lo deja allí con la seguridad de que el instinto grabado en el ADN de su polluelo se encargará del resto.

Si el cuco ha escogido bien su objetivo, generalmente pequeños pajaritos insectívoros, los habitantes del nido parasitado no se percatarán del engaño y seguirán incubando todos los huevos como si nada hubiera pasado.

Los huevos de cuco tienen un tiempo de incubación muy corto, alrededor de los 12 días, y normalmente las crías de cuco nacerán antes que sus hermanastros. Se sabe, además, que la hembra de cuco es capaz de incubar los huevos en su interior antes de ponerlos reduciendo así el tiempo de incubación en el exterior.

El hecho de que su huevo eclosione antes que los otros es una de las condiciones más importante en su estrategia.

La cría sale del huevo con los ojos todavía cerrados y pesando apenas 2 gramos, pero desde el primer momento el polluelo de cuco empieza a seguir sus instintos. Con esfuerzos titánicos y una predisposición absoluta, se dedica a empujar fuera del nido, uno a uno, al resto de los huevos, quedándose solo y como único hijo al que alimentar.

Puede darse el caso de que alguna otra cría nazca antes que él, pero esto no modifica su estrategia y la expulsa también del nido a empujones.

Lo que resulta realmente espectacular es ver como el pequeño cuco realiza esta tarea con extrema determinación, y no ceja en su empeño hasta conseguirlo a pesar de que muchas veces se alarga durante horas. El recién nacido está, sin embrago, bien preparado para este trabajo, ya que además del instinto, tiene una constitución y una musculatura especialmente desarrollada para realizar esta tarea.

Pocas veces la madre pones más de un huevo de cuco en el nido parasitado, y en caso de hacerlo, uno de los hermanos suele echar al otro para quedarse solo con sus nuevos padres.

Desde el mismo momento que se queda como único habitante del nido, la cría de cuco se dedica a reclamar comida insistentemente a sus padres adoptivos, y es alimentada durante toda su juventud por unos pájaros que creen que están alimentando a su propio hijo. 

Toda la comida que hubiera sido para alimentar a cuatro o cinco polluelos es ahora solo para él, y el pequeño cuco crece con rapidez.

El cuco es casi siempre una especie mucho más grande que la especie adoptiva, por lo que la cría aumenta de tamaño hasta un punto en que es mucho mayor que sus padres adoptivos.

Llega incluso a ser tan grande que no cabe en el nido, y algunas veces este se rompe con su peso.

Estos, sin embargo, siguen alimentándolo como si fuera su propio hijo, lo que nos permite disfrutar de una escena que es incluso cómica, en que se ve a dos pequeños pajarillos agotando todas sus energías para poder alimentar a la gigantesca cría de cuco.

Igual que sucede con muchas especies de pájaros, la cría de cuco continúa siendo alimentada durante un tiempo después de abandonar el nido, por lo que podemos ver repetida la misma escena sobre las ramas de los árboles alrededor del nido.

Tras exprimir a sus padres adoptivos al máximo, llega un día en que la cría de cuco se ha convertido ya en un ejemplar adulto, abandona el nido y se marcha para vivir su propia vida. Puesto que nunca ha tenido unos padres de quienes aprender, a partir de este momento dependerá exclusivamente de su instinto, que le dictará lo que tiene hacer para seguir perpetuando la especie.

La estrategia de reproducción de cuco no es, sin embargo, una técnica perfecta, y de los 10 o 15 huevos que pone la hembra solo 3 o 4 suelen llegar a convertirse en un cuco adulto.

Aunque la madre escoge con sumo cuidado a sus hospedadores, existen especies, como el Mirlo, que han aprendido a distinguir los huevos invasores en su nido y se deshacen de ellos en cuanto los localizan. Otras especies no distinguen los huevos, pero reconocen como extraño al cuco recién nacido por lo que lo abandonan y éste muere de hambre.

También los depredadores influyen en esta estadística, ya que las crías de cuco, una vez salidas del nido y antes de emanciparse, son grandes y ruidosas, y muchas de ellas mueren cazadas antes de llegar a la madurez.

Como caso curioso se han observado situaciones en que la madre pone el huevo en un nido cerrado a través del pequeño agujero de entrada, y la cría de cuco, una vez crecida, no consigue salir nunca del nido y acaba muriendo en su interior.

Como hemos comentado, una de las características más importantes del proceso es el mimetismo de los huevos del cuco con los del huésped. Y lo es tanto que existen variedades de cuco, que aun siendo de la misma especie, tienen patrones diferentes para la cáscara de sus huevos.

Esta diferencia es posible gracias a que el gen que determina el color de la cáscara del huevo se encuentra ligado al sexo materno, por lo que no existe mezcla de ambos padres y el patrón se mantiene invariable.  Esto permite que cada familia de cucos parasite una especie concreta de pájaros.

A estos grupos de cucos con el mismo patrón en la cáscara de los huevos se les denomina gentes.

Las distintas hembras, por tanto, se especializan en una única especie de huésped e intentan poner en sus nidos durante toda su vida. La cría hembra del cuco, por su parte, lleva los genes de su madre con el mismo patrón para los huevos, y además recordará durante toda su vida el nido donde se crio, por lo que seguirá parasitando a la misma especie en el futuro.

Encontramos un caso muy especial en que la estrategia invasora del cuco no solo no es perjudicial para el huésped, sino que resulta incluso beneficiosa para la especie parasitada. Cuando la hembra deposita su huevo en el nido de algunas cornejas, la cría de cuco no expulsa los huevos de corneja, sino que convive con sus crías y comparte con ellas el alimento.

Podéis consultar el estudio haciendo click aquí.

Podría parecer que no existe beneficio por ningún lado para la familia de cornejas, sin embargo, en este caso se ha demostrado que la cría de cuco emite unos fluidos muy olorosos que resultan ser repelentes para muchos depredadores de las cornejas. Gracias a esto, la tasa de supervivientes de polluelos de corneja que se han criado acompañados de un cuco parásito es mayor que la de crías que no han tenido esa “suerte”.

Vídeo relacionado.