La dorsal Atlántica
En muchos documentales hemos oído hablar de la dorsal o las dorsales oceánicas.
Estas son cordilleras montañosas sumergidas bajo los océanos y que rodean nuestro planeta recorriendo unos 65.000 km, lo que equivale, aproximadamente, a dar una vuelta y media a la Tierra.
Estas cadenas montañosas son, de hecho, los límites entre las placas tectónicas que forman la corteza terrestre.
Su descubrimiento en el siglo XIX refrendó la teoría de la deriva continental, en que se describe como todos los continentes provienen de un único súper continente llamado Pangea , que empezó a descomponerse hace 200 millones de años. Estas dorsales son las herederas de las grietas originales que rompieron Pangea en los diferentes continentes.
La dorsal atlántica es una sección de las dorsales oceánicas, precisamente la que surca las profundidades del océano Atlántico de norte a sur a lo largo de unos 15.000 km.
Como el resto de dorsales oceánicas, está, en su mayor parte, sumergida entre 3.000 y 5.000 m bajo del nivel del mar.
Sus cordilleras están formadas por montañas de entre 1.000 y 3.000 m y estas se expanden a lo ancho una media de 1.500 m.
La cresta de la cadena montañosa está surcada en toda su longitud por una gran fisura de unos 10 km de ancho, que es la división entre las placas, y tiene unas paredes casi verticales de 3.000 m de altura. Esta grieta se conoce por el nombre de rift.
Las placas tectónicas siguen separándose hoy en día, y se ve en el hecho de que el rift crece unos 2,5 cm al año.
A través del rift va ascendiendo magma del interior de la tierra, y a medida que se va enfriándose en contacto con el agua, va creando una nueva capa sobre el fondo marino.
Las placas de la dorsal Atlántica no se separan, no obstante, a la misma velocidad a lo largo de toda la dorsal. Esto ha generado unas fracturas perpendiculares que vemos distribuidas aproximadamente cada 100 km en toda su longitud. Estas fracturas, que desplazan y rompen la dorsal, se denominan fallas transformantes, y su movimiento es el causante de muchos terremotos.
La falla más larga de la dorsal atlántica es la de Romanche, cerca del ecuador. Encaja perfectamente con el saliente de la costa de Brasil y el Golfo de Guinea en África. Tiene una anchura de unos 30 km y se extiende a lo largo de unos 1.000 km.
En esta fractura encontramos la fosa de Romanche, que es uno de los lugares más profundos de la tierra, llegando a 7.760 m de profundidad bajo el nivel del mar, unas 4 veces más profunda que el cañón de Colorado.
Como hemos comentado, las dorsales oceánicas son unas cadena montañosas sumergidas bajo los océanos, pero a veces ascienden lo suficiente como para sobresalir por la superficie, dando lugar a islas. La Dorsal Atlántica lo hace en 9 puntos, formando las islas de: Jan Mayen, Azores, Ascensión, Islandia, Santa Elena, Tristán da Cunha, Bouvet, Gough y San Pedro y San Pablo.
Islandia es la mayor de todas, y en ella podemos ver en la superficie terrestre los mismos procesos que ocurren a lo largo de toda la dorsal sumergida. Encontramos grandes fisuras que aparecen a causa de la separación de las placas y en muchos lugares encontramos charcas agua hirviendo con espectaculares géiseres provocados por el magma que accede a la superficie.
En las imágenes podemos ver que las cordilleras oceánicas atravesadas las fallas transformantes representan una imagen que recordaría a una espina dorsal con sus vertebras, y es por ello que se denominan dorsales oceánicas.